Amores de Supertrumpf.














Si bien puedo considerar que el álbum de Mobil fue mi primer acercamiento al mundo del automóvil, mi segunda influencia llegó un par de años más tarde, nuevamente en forma de un coleccionable impreso: el popular juego de cartas Supertrumpf Star Collection de Ronda. Y aunque parezca un tanto trivial y la mitad de los infantes de principios de los años noventa lo tuvieran, este juego de cartas se convirtió en una importante guía para mí, a tal punto de dibujar a mano mis propias cartas con los automóviles que más me gustaban. Eran épocas mucho más sencillas y frugales, donde no tenía acceso a computadores o consolas y el supertrumpf era lo más cercano que tenía a la idea de competir mano-a-mano con un automóvil.
La primera baraja que tuve fue Top Cars de la cuarta edición, en cuyo comodín flotaba un Volkswagen Golf en un estrambótico fondo de colores psicodélicos. De éste, pocas cartas aún se conservan decentemente, entre las cuales se encuentran el Mercedes-Benz 500SEL cuyas plumillas en los faros siempre me impresionaron, o los Mazdas MX-3 y MX-6 cuyas cartas recuerdo eran las 1A y 8D respectivamente, y que me aceleraban el corazón al ser capaz de reconocerlos cuando tenía la fortuna de divisarlos en la calle. Asimismo tuve otras barajas de aviones comerciales, aviones de combate o motos, pero a esa edad solo dos colecciones, además de Top Cars, llamaban mi atención: Records Insólitos y Súper-deportivos.

De la primera no hay mucho que decir más allá de obras de arte como la moto Sbarro, el carro-maleta de Mazda, el extraño auto que subía escaleras, el hermoso Jaguar XJ220, o las locuras aerodinámicas de Luigi Colani. Sin embargo, en la colección Superdeportivos, la cosa era distinta. Con excepción del Colani-Lotec Testa D’oro, todos portaban el estandarte italiano: la baraja era un compendio de lo más exquisito de los deportivos de la península itálica. Si bien habían unos cuantos colados sin la carrocería ni los caballos para merecer su presencia en la baraja, la mayoría de cartas enseñaban piezas increíbles del mundo del automóvil que aún hacen perder el sueño a muchos, entre los que me incluyo. Y si bien los obvios invitados estaban presentes, el F40 de Ferrari o los Lamborghini Miura, Countach y Diablo; fueron otros tres automóviles los que me robaron el sueño en dicha colección.

El primero de ellos fue el Alfa Romeo SZ, casualmente también de 1989, como el Pininfarina Mythos. Estoy seguro que no existe en el mundo un perfil lateral más hermoso que el del SZ, más aún cuando el rojo intenso clásico de Alfa contrastaba con el oscuro fondo de la fotografía. Tiempo después supe que la zeta en su nombre se debía al lápiz del carrocero milanés Zagato responsables formas. Y si bien este Alfa no es el ejemplo más especial de la Z de Milano, el SZ fue mi puerta de entrada al portafolio de Zagato, la única firma capaz de lograr que un Alfa Romeo o un Aston Martin se vean aún más hermosos de lo que inicialmente fueron concebidos.
El Alfa Romeo SZ: el perfil más hermoso jamás creado.

El segundo automóvil en impactarme fue el Ferrari 250LM, y aunque para muchos será una opción obvia, en mi caso no lo era del todo, principalmente porque nunca he tenido la empatía típica de todo petrolhead profeso hacia los de Maranello. Sin embargo, y hasta el sol de hoy, el 250LM es a mi parecer el Ferrari más bonito jamás hecho: perfectamente proporcionado, sin ningún exceso, no le sobra ni le falta nada, y con un pedigrí de carreras que pocos autos se dan el lujo de tener. Finalmente la tercera perla entre las 33 cartas de este Supertrumpf era el extrañísimo Cizeta-Moroder V16T, un exótico del que pocos han oído hablar y del cual probablemente yo tampoco sabría si no fuera por dichas cartas. De una estampa casi calcada del Diablo (del cual casualmente seguía en orden en las cartas) y pintado en un inmaculado blanco, el V16T (en realidad Moroder era la segunda parte de la marca, no el modelo) encabezaba los máximos rendimientos del juego con su mórbido motor en V16 y cuyo parecido con el Diablo era más que obvio al ser ambos producto de Marcello Gandini. 


Cizeta-Moroder V16T blanco, tal cual salía en el Supertrumpf.
Y muy probablemente sea el mismo.

El Cizeta-Moroder (luego simplemente denominado Cizeta a secas) me mostró un mundo nuevo, uno en el que unos cuantos apasionados emprendedores se animan a hacer el auto de sus sueños en pequeños talleres, con la ilusión de robar algunos clientes a los monstruos ya consolidados y con grandes presupuestos como Ferrari, Lamborghini, Maserati, o Aston Martin. Esa empatía por los fabricantes independientes aún perdura en mí: un Koenigsegg o un Pagani me trasnochan mucho más que un Ferrari o un Bugatti Veyron. Y es que al hacer las cosas con mayor esfuerzo, la pasión sale a flote y eso se nota en los detalles. Porque finalmente son los detalles los que enamoran, y como dijo Horacio Pagani parafraseando a su gran inspirador Leonardo Da Vinci, la perfección está (precisamente) en los detalles.

Finalmente debo concluir que este es el perfecto ejemplo de mi preferencia por los amores imposibles, ya que es prácticamente imposible que me haga a uno de estos amores de Supertrumpf en algún futuro (muy, pero muy muy) lejano: del SZ se produjeron poco más de 1000 unidades, 32 del Ferrari 250LM y tan solo 8 del Cizeta. Y cada una cuesta una fortuna. O tal vez un poco más.

Otros amores imposibles más para la cuenta.

1 comentario:

  1. Ah bellas épocas con el supertrumpf, tengo aun una que otra edición guardada en buen estado, mis primeras barajas fue la 2da edición de buses y la de trenes que mi papa me regalo. Jugaba, ganaba y repetía. De ahí en adelante tengo así sea una baraja de cada colección hasta la 7ma edición Cabe recordar que el bello Cizetta-Moroder V16T fue obra de ingenieria de Claudio Zampolli que cuando busco financiación encontró a Giorgio Moroder (Mejor recordado como el compositor musical en Battlestar galactica) EN esa época 16 cilindros eran una barbaridad y opacaban al Colani bi-nacional con sus 370 km/h de velocidad final. Ah bellas épocas.

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